sábado, 10 de junio de 2017

Feliz por vuestras felicitaciones.

Acabo de completar 66 vueltas al sol. Justo hoy, un 40 de mayo, fue cuando definitivamente mi madre se quitó el sayo dejándome en este mundo con todas las dudas y miedos porque yo no me quisiera quedar en él. Y es que, cuatro hermanos que me precedieron, optaron por convertirse en ángeles; es de comprender sus temores. Pero no, ajeno a todo, debí encontrarme bien aquí, confortable entre tanto amor. Bien, dijeron, a éste le llamaremos Julio y no Antonio, uno de los dos nombres de mi padre, justo por el que nadie le conocía. ¿Estuvo ahí la clave? No, la ciencia dio respuesta años más tarde. Yo era A+, mi madre había desarrollado por fin resistencia a un problema con el factor sanguíneo.

Dicen que me desarrollé como un niño normal, ya se sabe, un constipado aquí otro allá… pero nada que pudiera suponer quebranto serio para mi salud. Mis padres, viendo como iba creciendo, debieron aceptar que por fin tendrían en la familia la dicha de ese hijo varón, anhelo dolorosamente frustrado. Me cuidaron como oro en paño, su joya; eso sí, no exenta mi infancia de alguna que otra merecida colleja porque, me contaron, era más inquieto de lo a veces soportable. Puede que aquel rasgo de mi carácter sólo reflejaba mi curiosidad por todo, relacionada con una vitalidad impulsiva que me ha acompañado de por vida, así como una determinación imparable por querer hacer muchas cosas en el tiempo del tiempo de mi existencia.

Adaptando mi vida al devenir de los tiempos, soslayando problemas y algún que otro desafecto, hoy me doy cuenta de que he sido feliz importándome la de los demás. Y sí, ya sé que la felicidad es un concepto transitorio y algo difuso a la hora de materializarse porque, pensémoslo: el que lo tiene todo, aún así, no puede ser dichoso en medio de un dolor de muelas. Con todo, superando los 66 escaños de esta escalera, desde la altura, cada vez alcanzo a ver mejor la dimensión real de las cosas. Y bueno, sin pasarle cuentas al pasado, promediando, sinceramente considero que he sido dichoso.  Lo he sido por dos cosas, una: haber sido leal con quienes demandaban de mí que nunca fuera otro distinto del que soy; y dos: que he hecho camino al andar fundamentalmente amando. Amando a quienes me aman y amando todas y cada una de las cosas que me ha tocado hacer; la mayoría de las cuales fui yo quien decidí hacerlas.

Leo lo que a veces decís de mí y me conmuevo, no por mí, os doy mi palabra que no, sino pensando en lo orgullosos que se sentirían mi padre y mi madre de haberme engendrado. Es a ellos a quien siempre tengo en mente, porque lamentablemente a uno lo perdí con sólo 14 años y a la otra con 24; es tan poco tiempo para que hubieran podido conocerme y disfrutar de todo el amor que yo hubiera tenido para ellos. De verdad lo digo: me he pasado la vida obsesionado con no defraudar el legado que, tal vez sin ellos sospecharlo, ambos dejaron en mí.

Por todas estas cosas, soy el que soy. Soy como soy y me siento tan próximo a todos vosotros que hoy, como el año pasado, como el anterior… me gustaría decir que mi principal anhelo ya sólo es no llegar a defraudaros nunca. Ese es mi compromiso y así os lo digo. Ahora sólo espero que pasen muchos más “cuarentas de mayo” hasta perder la energía que aún me resta. Es todo lo que quería deciros y, ya que no os puedo abrazar uno por uno, aun así…   

Gracias, mil gracias… Una para cada uno y no sé si alcancen para todos…